En el jardín cuadriculado

las flores del flamboyán

arden

en madera blanda.

Más acá, otras flores

de color opaco

iluminan el rincón

donde quedaron

pequeños trozos

de lápices

y algún pizarrón

que ya no es verde.

La brisa da vueltas

y serena

la rodilla sangrante

del caballo imaginario.

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